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26 julio 2010

Perdonado (Niño Condenado)


La obra del grupo Invisible fue espectacular, magistral, sublime...
En su tercer y último trabajo llamado "El jardín de los presentes", brillante disco de rock progresivo, se encuentra una de las mejores canciones de toda la historia del rock argentino escrita por Luis Alberto Spinetta: "Perdonado (niño condenado).
Tal vez sea el tema más conectado con el sonido tradicional de Invisible, ya que todo el disco está empapado de aires tangueros progresivos.
El tema es una gran idea compositiva, en donde se intercalan dos partes diferentes, la primera es la dulce calma del principio, la segunda, muy rockera es agresiva y furiosa con un poderoso riff hasta el final.
La banda despliega todo su sentimiento fusionando lo letárgico con lo intenso dentro de una densa carga emotiva.
La letra se refiere a un perro blanco, con mirada de niño. Luis lo describió en un reportaje de la siguiente manera: “Es la temática de "Hermano Perro" llevada a Invisible. Mirando a una perrita que tenía en casa, y que se llamaba Amapola, sentí que era casi un ser humano pero que ciertos designios la habían conminado a ser un can. Allí nació la idea de un niño condenado a ser perro por el diablo de febrero, pero a la vez perdonado. Perdonado de la angustia existencial de ser un humano o de ser un niño que pide limosna bajo la lluvia".

Perdonado (Niño Condenado) - Invisible.

Habla conmigo viejo perro blanco
habla conmigo ladra tu quebranto.
Cuando quieras olvidarlo
tu quebranto
Habla conmigo... perro de la lluvia
habla conmigo solo tú conoces
la vendimia, de la calle
la delicia!
Habla conmigo viejo perro blanco
busca descanso, con tu molinete.
Que los amos ya descansan
ya no existen.
Habla conmigo... perro de la lluvia
habla conmigo niño condenado
por el diablo de febrero.
Perdonado!
Perdonado!
Perdonado!


Otra historia.
Numerosas letras escritas por la fina pluma de Luis Alberto Spinetta están inspiradas en la obra de autores como el filósofo francés Michel Foucault, el poeta francés Jung, o el antropólogo peruano Carlos Castaneda.
Para Spinetta la literatura latinoamericana se divide en un antes y un después de Castaneda: "Es la única literatura de este continente, capaz de responder a tanta obra de arte y tanta magia de la cultura precolombina. Creo que existió una época donde había muchos tipos como Don Juan Matus, miles de ellos, y cada uno intentaba hacer su propio viaje de poder".
En el libro "Las enseñanzas de Don Juan", Castaneda narra su iniciación en el chamanismo en manos de un brujo yaqui llamado Don Juan Matus, quien para acceder al conocimiento, lo introduce en el mundo del consumo de plantas alucinógenas como el peyote:
"...Alcé ligeramente la cabeza y vi acercarse un perro negro de tamaño mediano. Lo vi venir hacia el agua. El perro empezó a beber. Alcé la mano para apartarlo de mi agua; enfoqué en él mi visión concentrada para llevar a cabo el movimiento de empujarlo, y de pronto lo vi transparentarse. El agua era un líquido reluciente, viscoso. La vi bajar por la garganta del perro al interior de su cuerpo. La vi correr pareja a todo lo largo del animal y luego brotar por cada uno de los pelos. Vi el fluido iridiscente viajar a lo largo de cada pelo individual y proyectarse más allá de la pelambre para formar una melena larga, blanca, sedosa...
...Me volví en busca de don Juan, pero no pude distinguir nada ni a nadie. Todo cuanto podía ver era al perro, que se volvía iridiscente; una luz intensa irradiaba de su cuerpo. Vi otra vez el flujo del agua atravesarlo, encenderlo como una hoguera. Me llegué al agua, hundí el rostro en la cacerola y bebí con él. Tenía yo las manos en el suelo frente a mí, y al beber veía el fluido correr por mis venas produciendo matices de rojo y amarillo y verde. Bebí más y más. Bebí hasta hallarme todo en llamas; resplandecía de pies a cabeza. Bebí hasta que el fluido salió de mi cuerpo a través de cada poro y se proyectó al exterior en fibras como de seda, y también yo adquirí una melena larga, lustrosa, iridiscente. Miré al perro y su melena era como la mía. Una felicidad suprema llenó mi cuerpo, y corrimos juntos hacia una especie de tibieza amarilla procedente de algún lugar indefinido. Y allí jugamos. Jugamos y forcejeamos hasta que yo supe sus deseos y él supo los míos..."

                                        
                                                 Fernando Gonzalez