"La arquitectura es música congelada", famosa frase que el filósofo Arthur Schopenhauer creó para unir a dos de las artes más geniales. Desde siempre se trató de comparar a la arquitectura con la música, debatiendo acerca de sus influencias mutuas, ya que ambas tienen una cantidad considerable de puntos en común. Las dos requieren de la inspiración y del aprendizaje constante en su búsqueda infinita, y entre sus elementos comunes podemos citar las partituras y los planos como su soporte técnico. Su total percepción se experimenta a través de su ejecución. Las dos poseen virtudes y cualidades como fuerza, armonía, belleza y expresión, diferentes estilos, y son el reflejo de una época. Se pueden estudiar y analizar diferentes pautas como la técnica, la estructura, el ritmo, el movimiento, los llenos y vacíos, la repetición, etc.
Tanto las grandes obras de la música como de la arquitectura ofrecen clásicos que cumplen con el postulado de Jürgen Habbermas, cuando dice que "una obra vanguardista llega a ser clásica porque una vez fue auténticamente vanguardista", refiriéndose a obras que trascienden las generaciones y el plano de su época.
Pero hubo una época en que la música y la arquitectura fueron psicodélicas...
Los años sesenta se caracterizaron entre otras cosas por el avance tecnológico expresado por una atracción por la imaginería de la era espacial, la influencia de las comunicaciones, los satélites artificiales, la expansión de la televisión, el consumismo de productos y cultura. La llegada del Hombre a la luna provocó una conciencia general y un nuevo concepto del universo. Por otra parte las posibilidades que permitía la tecnología y la creencia del uso sin límites de los recursos energéticos generó una euforia por el consumo masivo dentro de un mundo convulsionado y optimista. En aquella época de ebullición creativa surgieron simultáneamente en Tokyo y en Londres dos movimientos arquitectónicos que proponían una idea de cambio, de movilidad y flexibilidad. Con un concepto de lo eterno en lo cambiante que representaba a la sociedad en movimiento. El primero de ellos, el Metabolismo, proponía ideas de mutación, transformación y crecimiento orgánico; el segundo, Archigram, proponía ideas de flujos que generaban formas mediante imágenes futuristas, conjugando la gráfica del cómic, la psicodelia y la publicidad como un collage pop. Ambas tendencias partían de la necesidad de romper con los modelos establecidos creando una arquitectura radical, totalmente utópica, ya que pensaban en una sociedad con un futuro organizado como ficción, dando como resultado una futurística imposible expresada en proyectos, que conectaban utopía con alta tecnología a través de megaestructuras. Un concepto de la sociedad de consumo tecnificada contraria a la arquitectura funcionalista.
Promediando esa década Los Beatles habían dejado de dar conciertos y se habían refugiado en los estudios Abbey Road para crear las obras que iban a cambiar la música para siempre. El uso de LSD para experimentar les permitió una apertura mental hasta entonces desconocida para ellos y les abrió la puerta a una creatividad infinita, ya nada era real...el mundo estaba cambiando, la música también.
Mientras la filosofía oriental recuperaba al Hombre a través de la transformación espiritual y el crecimiento orgánico, Yoko Ono "recuperaba" a John, una alegoría de la integración entre la cultura oriental y la occidental. Tokyo y Londres estaban en la misma onda...
La música de Los Beatles resume todo el espíritu experimental y de búsqueda de esos años, combinando banda de rock, sinfonismo, música de la cultura oriental y experimentaciones sónicas varias.
Se estaba inventando el futuro de lo que vendría en las décadas siguientes, mediante múltiples trucos que aplicaban en el estudio para tanta abundancia creativa, la tecnología que necesitaban para expresar los sonidos que ellos imaginaban.
El sonido de la música de Los Beatles se expande en "Revolver", disco que combina la electrificación absoluta con la orquesta de cámara. Aquí tenemos algo totalmente innovador, en el tema "Tomorrow Never Knows", un sonido nuevo y psicodélico que aún consiguen llevar mucho más allá en "Strawberry Fields Forever" y en su obra caleidoscópica "Sgt Pepper´s Lonely Hearts Club Band". Esa travesía psicodélica continuó con el surrealismo de "Magical Mistery Tour" y el collage imaginario del mundo fantástico e inocente de "Yellow Submarine", un claro experimento musical y audiovisual de LSD.
Este comentario puede sufrir modificaciones, llenarse de imágenes futuristas, mutar, transformarse y crecer orgánicamente a través del tiempo....
Fernando Gonzalez
Muy interesante el artículo, Fernando!
ResponderEliminarA la parte de arquitectura, creo se podrían sumar las propuestas utópicas de megaestructuras de Yona Friedman, o los paisajes desolados (casi propios de los films de Antonioni) hipertecnológicos e irónicos de Superstudio.
Apa, adelante con el blog que está muy bueno.